Una proteína descubierta en los ojos de las aves es la que les permite literalmente ver los campos magnéticos de la Tierra y orientarse en vuelo, según dos nuevos estudios científicos.
La proteína descubierta en los ojos forma parte de un grupo de proteínas llamada criptocromos, una clase de fotorreceptores de luz azul de plantas y animales que desempeñan un papel fundamental en la regulación de los ritmos circadianos.
Diversos estudios han señalado que estos criptocromos en los ojos de los pájaros son los responsables de su capacidad de orientarse detectando los campos magnéticos terrestres, un sentido natural llamado magnetorrecepción.
Ya se sabe que los pájaros sólo pueden detectar los campos magnéticos si determinadas longitudes de ondas de luz están visibles. Estudios anteriores han establecido que la magnetorrecepción depende especialmente de la luz azul.
Estos estudios han puesto de manifiesto que la capacidad de orientarse en vuelo de las aves es en realidad un mecanismo visual basado en los criptocromos, capaces de detectar los campos magnéticos gracias a un sistema cuántico de orientación en vuelo. Los dos nuevos estudios han profundizado en estos descubrimientos. Uno de ellos, realizado por una universidad, midió la expresión magnética de tres criptocromos en el cerebro, los músculos y los ojos de los pinzones cebra y comprobó que tal como ocurre con los genes, los niveles variaban durante el día, mientras que otros se mantenían constantes.
Las aves utilizan el campo magnético de la tierra para orientarse, sin embargo, como lo consiguen es algo que los científicos han descartado durante décadas.
Una de las hipótesis es que la brújula magnética de las aves se encuentra en determinadas células situadas en el pico y que contienen depósitos de hierro, algo que se ha descartado en la actualidad.
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